Escribí alguna que otra vez sobre el amor, pero siempre lo archivé en la carpeta de "inéditos por siempre". Algunos me dicen que aún soy joven, otros que soy viejo. Cada uno tiene su dimensión del tiempo, sus ideas y sus sentires. Yo sé que al menos tres escaladas y un poco más le han dejado algunas líneas a mi historia. En apariencia acumulo demasiados fracasos: nunca fui estudiante destacado, en los negocios cometí errores garrafales que me llevaron a la ruina, varios de mis mejores amigos se fueron desprendiendo de mi historia, y nunca pude, hasta hoy, triunfar gloriosamente en algún intento de relación amorosa.
Sin embargo, y ahora que vivo en un lugar de tenue invierno, aunque en ocasiones muy frío, con el cielo a veces gris, en escandalosa soledad, puedo encontrar la inspiración para atreverme a hablar de lo que hasta hoy aprendí de amor. Me dirán que siendo quien nunca lo encontró no tengo argumentos para hablar del tema. Se equivocan. Hubo una vez, sólo una, en la que estoy seguro de haberlo encontrado, y gracias a esa sola vez aprendí casi todo lo que creo saber. El único problema es que esta mujer que siempre me amó, y a la que siempre amé, me saca una temible ventaja de medio siglo en edad y en experiencia, que hoy me hace temer que cualquier día me abandone para siempre.
Aprendí algunas cosas que quizá a alguien le puedan servir de algo. Quizá alguien que tuvo un par de éxitos, inclusive. Esto que comparto deberá pasar por el juicio crítico de cada quien, y por medio de él alcanzar un punto cercano a la verdad individual. Las enumero sin orden de cronología o importancia. Cabe resaltar que el "es" no necesariamente corresponde con el "debería ser":
1. El amor es embustero: creo que en el amor de verdad existen mentiras. Me resulta triste, pero la vida me enseñó que son un rasgo del amor. Y me parece triste porque me creo un raro engendro que dice pocas mentiras, y quizá por ello me hace tanto daño descubrirlas. Cuento con una malsana capacidad de hacerlo. Algunas se caen por su propio peso. Supe que las mentiras hacían parte del amor cada vez que cuando con "ella" compartí comida me decía que estaba llena, yo bien sabía que la aguja de su tanque sólo marcaba la mitad. Creo que la mentira destruye, sobre todo cuando su visita es recurrente, y la media de su calibre amplia. Ocultar eventos o situaciones, sobre todo cuando el entendido se opone a su realidad, es exactamente igual a mentir, e igualmente nocivo.
2. El amor es miedoso: el amor le tiene pavor a la pérdida del otro. Cualquier otro miedo no es de amor auténtico. El miedo que siempre debe existir es el de perder al otro. Ese miedo le da vigor al amor, lo hace esforzarse, lo hace renunciar, lo hace hacer. Quien no tema perder al otro y sus acciones conduzcan el cauce en esa dirección no ama de verdad. O no tiene idea de amar.
3. El amor es impaciente: cada vez que me despedí de "ella" me puso sus manos, suaves y arrugadas, sobre mis hombros y me dijo: "no te demores en volver". Cada vez que desde la distancia la escuché no faltó nunca la pregunta: "¿cuándo vas a venir?". Ni siquiera cuando ya sabía que no sería en un tiempo cercano se abstuvo de preguntar de nuevo. El amor paciente no existe. El amor capaz de posponer una y mil veces no es auténtico. El amor de verdad mantiene siempre al ser amado en un muy alto orden de prioridad. El amor auténtico es ansioso, a veces torpe, anhela, desea, espera. Quien no valora el amor que recibe, así, ansioso y torpe, no es recíproco. Quien al ser esperado no acelera el paso no ama con la misma intensidad. O, de nuevo, no tiene idea de amar.
4. El amor es potencialmente destructivo: dejarse sentir amor es exponerse a los más duros golpes. Es arriesgarse a perder muchas cosas. La paz interior, por ejemplo. Amar es estar en una cuerda floja bajo el riesgo inminente de caer y recibir un golpe casi mortal. Pero no mortal. Por lo anterior vale la pena sentir amor, porque de cualquier manera no vamos a morir, y si se vive la vida con prevenciones, si alguien nos hizo daño y nos blindamos para no sufrir de nuevo, entonces perderemos la oportunidad de vivir la experiencia, que por mala que pueda resultar, nos hará sentir vivos.
Lo que les dejo de mi experiencia, y para las suyas, se resume en comprender que en el amor existe la mentira, es decir, mentir es una conducta típica y no implica no amar, mas sí resulta reprobable y potencialmente destructora. La infidelidad tampoco implica no amar, como suele pensarse, pero sí implica una violación al pacto sagrado de guardarse para el otro (a menos que dicho pacto no exista entre una pareja), y por lo mismo es una conducta, como la mentira, potencialmente destructora.
Se resume también en comprender que si no existe el miedo de perder al otro, no existe tampoco la necesidad de satisfacer sus necesidades, y en definitiva no hay amor.
Comprender que el amor espera, pero con ansias, con impaciencia, quien no lo sienta así no ama, quien no se esfuerce por recortar la espera es cruel, no es recíproco, no siente amor.
La última lección que me enseñó el amor, y que comparto, es que hay que permitirse sentirlo, no importa cuántos golpes éste antes haya propinado, no importa cuántas decepciones, cuántos malos ratos. Alguien, alguna vez, quizá lo pueda entregar de vuelta en similar medida, y si no, no importa, al menos sabrás que estás vivo, y seguirás vivo.
Juan Pablo Díaz (Atlanta, GA, enero 20 de 2014)
@juanpdiazr
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1 comment:
El amor es brutal, vivo e injusto. Brutal cuando nos hace perder el equilibrio, sufrir la electricidad. Vivo, cuando nos devuelve el deseo de levantarnos en la mañana. Injusto, cuando sólo es uno el que ama leal y de manera incondicional.
Brutal, vivo e injusto, como los orgasmos.
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