Friday, June 15, 2012
EN EL CIELO
-Un café, sin azúcar ni Instacrem por favor – le digo a la azafata -. Hace 15 minutos despegó el avión, será una hora de vuelo, otra vez. Sólo logro dormir los primeros minutos , luego del café procuro conocer al personaje aleatorio que el destino me puso al lado. La última vez fue un ex técnico de fútbol y logramos una interesante tertulia; esta vez un sujeto de calva brillante, inmerso en un sueño profundo, no advirtió la llegada del servicio de “agua, jugo, o café” que ofrecen las aerolíneas en los vuelos nacionales. Aunque jamás apago los celulares no puedo usarlos, en el cielo ninguno sirve, así que no tengo minutos ni internet para distraerme durante los 45 minutos que faltan.
De mi copa de icopor sólo queda el olor a café, con el cual me conformo mientras pasa la azafata con una bolsa recogiendo desperdicios. Tengo 40 minutos sin BlackBerry, celular, compañero de viaje, o café. Retiro la bolsa de papel en el bolsillo del espaldar del asiento de adelante. Con cuidado la desarmo hasta obtener una escueta hoja. Llevo un plumero en el maletín de mano. Llevo también algunos meses sin escribir.
Mi maletín revela algunos detalles de su dueño. Ropa comprada con dólares que convertidos a pesos se desvanecerían en media prenda en un almacén del Andino. Camisas enrolladas, en ningún caso dobladas. No hay cepillo de dientes ni desodorante. No hay perfume. No hay chancletas. Sólo hay de más unas cuantas pastillas, de las cuales soy esclavo.
Pasa la auxiliar de vuelo con la bolsa y se lleva mi baso de icopor y con él mi fuente de olor a café. Aún el calvete no se inmuta, parece que la lustrada prolongación de su frente presionara la pausa de sus movimientos. Vuelvo a la pieza de papel que me fabriqué.
A pesar de que desde hace tiempo cambié la tinta por un teclado aún conservo trazos estilizados en mi caligrafía. Las tildes se me arrastran un poco hacia la siguiente letra. En un juicio me hallarían culpable si el análisis grafológico fuera determinante. O me hallarían inocente.
Ahora mandan a enderezar los espaldares y a levantar las mesas. El tiempo se me pasó más rápido de lo que pensé. No me salió mucho, pero no tenía nada que escribir.
Juan Pablo Díaz R.
Cielo colombiano (mayo de 2012)
Twitter: @juanpdiazr
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