Cuando estudiaba en la escuela de Hopkins (Minnesota) conocí una chica californiana de singular belleza y talento. Su nombre era Kary Anderson. Ella era de mediana estatura, de cabello castaño claro mitad liso mitad ondulado y ojos miel. Era absolutamente despampanante, su hermosura era sublime, tenía ese aspecto de niña buena que no provocaba precisamente buenos pensamientos. Su rendimiento en la escuela era excelente y era reconocida por su extraordinaria voz y capacidad de motarse en tarima, para cantar ó para actuar en obras teatrales. Jamás pasaba desapercibida, todos sabían que existía. Esta chica por supuesto solitaria no estaba, tenía un novio que se llamaba Josh Black.
A partir de este momento pueden olvidarse de todo lo que escribí sobre Kary Anderson, hablemos de Josh Black. Josh era un tipo impresionantemente talentoso, no sólo era de los alumnos más destacados de la escuela por su rendimiento académico, sino que era el capitán de la selección de baloncesto, cinturón negro V dan en Taekwondo, actor de teatro y músico. Por si fuera poco era alto, rubio y de ojos azules, sin mencionar que llegaba a la escuela en un auto deportivo de última generación. Era como el tipo perfecto, todas las chicas de la escuela se morían por él. Para colmo de males era modesto, se las llevaba bien con todo el mundo, era imposible odiarlo. Un ser casi sobrenatural, tocaba todos los instrumentos musicales, menos la trompeta, como él siempre dejaba en claro.
En el baile del Prom la tradición es invitar de una forma especial a la chica con quien quieres ir. Lo más común es abrirle el carro e introducirle un regalo en la guantera, abrirle el lócker ó dejarle algo bajo la almohada con la complicidad de algún familiar. Pero por supuesto, Josh siempre iba más lejos. El año anterior había invitado a quien entonces era su novia a un restaurante chino, y cuando ésta abrió la galleta de la fortuna el mensaje decía “¿quieres ir conmigo al Prom?”. Ése era Josh. ¿Qué haría este año? Esta vez su novia era Kary, sin duda la chica más atractiva de la escuela.
Un día cualquiera cuando cambiábamos de la primera a la segunda clase la banda de la escuela dirigida por el maestro Czech empezó a tocar desde el segundo piso, todos los estudiantes se agolpaban en el balcón desde el que se veía la plataforma inferior. A empujones logré llegar allí. Estaba en el centro de todos Kary, en un cálculo matemático inexplicable y, alrededor de ella estaban Josh y cuatro de sus amigos disfrazados con capa, sombrero y antifaz. Los amigos de Josh abrieron el círculo para que él, que era experto en artes marciales y un atleta de alta competencia hiciera malabares para el entretenimiento del público que atónito lo observaba. Luego, en una extraña pirueta cayo de rodillas frente a Kary con una rosa en la boca, rosa que nadie vio de dónde sacó. Entonces, enfrente de dos mil alumnos le dijo: “Kary, ¿quieres ir conmigo al Prom?”.
Ése era Josh, un personaje único, que no dejaba de sorprender, y su novia era Kary Anderson.
JPDR
(Ensayo original escrito en inglés en Minnetonka en 1999 bajo el título de “She’s the girl, he’s the man”. Adaptación en español para la conferencia “El duelo en la crisis”, escrita en Barranquilla en 2005).
Twitter: @juanpdiazr
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