Friday, August 3, 2012

EL PROTAGONISTA DE NOVELA

Estudié en un colegio de sólo varones, donde la costumbre era que los profesores se dirigieran a los estudiantes por el apellido, e igual ocurría entre compañeros. A mi casa llamaban con frecuencia: por favor con Díaz – aquí todos somos Díaz – el que está en décimo grado, el que va al estadio todos los domingos, el que parece que llevara siempre un casco de motociclista – ¿Juan Pablo? – Sí, ése.

Algunos profesores me llamaban por mi segundo apellido, Rondón, que era menos común y más sonoro. En mi época de colegio tuve los mejores amigos de mi corta historia. Uno de ellos sería, algunos años después, uno de los seleccionados por Barranquilla para el reality-show boom del momento: Protagonistas de Novela.

Seis años antes de Protagonistas De Novela:

Juan, Una señora me ofreció participar en un casting para un comercial– ¿Y quién era esa señora? – Dizque de una agencia de modelos – Bueno, ve – No tengo ganas de ir – ¿Por qué? – No sé, nunca he ido a un casting, no sé cómo sea eso – Vamos, yo te acompaño.

Fuimos y ambos participamos del dichoso casting. Él quedó para el comercial, yo no. De la misma forma lo acompañé al menos a 3 castings más. Todas las veces él quedó, todas las veces a mí me dieron las gracias por haber participado. – ¡Hey, Lo hiciste genial! – Me decía siempre, pero el que quedaba era él. Recuerdo incluso haberlo acompañado alguna vez a una grabación en Santa Marta.

Pasaron los años. Partidos de fútbol en canchas de parque, literatura de Anthony De Melo, canciones de los Enanitos Verdes, Carnavales, un viaje a Coveñas, un viaje a Santa Marta, un par de viajes a Cartagena, más partidos de fútbol, amigos, comparsas, pruebas de fuerza en las barras del parque de la Electrificadora, abdominales, juego de tiros libres sin barrera en la cancha de la Universidad... Cada vez que tuvo un nuevo casting, evento o sesión de fotos, buscó ropa en mi clóset, y cada prenda que extrajo jamás regresó, entre ellas mi camiseta de Maradona, que la vi por última vez el día que por alguna extraña razón se la llevó.

Nunca me avisó antes de internarse en una casa en Buenos Aires donde grabarían el programa. Por supuesto nunca dejé de ver a mi amigo, a mi gran amigo. Voté un montón de veces en el internet cuando estuvo acusado en el banquillo. Recuerdo que su peor jugada fue en alguna fase del concurso haber votado en contra de una barranquillera. En Barranquilla muchos televidentes no se lo perdonaron. Me vi todos los capítulos hasta el día que lo sacaron. Nunca más volví a sintonizar el programa luego de su salida.

El día que salió, sus familiares y amigos más cercanos lo esperaban en Barranquilla con una camiseta negra con su nombre en el pecho en letras blancas. Excepto yo, que tenía una camiseta roja. La broma me costó el odio desmesurado y perpetuo de una de sus tías.

Hoy, que pasaron nueve años más, entiendo que los amigos que se hacen a temprana edad duran para siempre, así se vayan, así sólo aparezcan de vez en cuando, el afecto y la confianza se sostienen en el tiempo. Había un cuento de Anthony De Melo que a ambos nos gustaba, y el cual incluí en alguno de mis escritos remotos:

Sr., mi amigo salió hace más de una hora para el campo de batalla y aún no regresa, solicito permiso para ir a buscarlo – Permiso denegado –replicó el oficial– No permitiré que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto. El soldado haciendo caso omiso de la prohibición salió a buscarlo y regresó mortalmente herido transportando el cadáver de su amigo. – ¡Ya le dije yo que había muerto! Ahora no he perdido a uno, sino a dos de mis hombres; dígame, ¿merecía la pena ir allá para traer un cadáver? – Claro que sí, Sr., cuando llegué todavía estaba vivo y pudo decirme “Jack, estaba seguro de que vendrías”.

Juan Pablo Díaz R.
(Bogotá, 2012)
Twitter: @JuanPDiazR

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