Thursday, October 25, 2012

EL ETRUSCO LÍBERO

Pocas cosas pueden resultar más curiosas que ver a un niño de 4 años en un lugar de clima tórrido y ambiente húmedo ir por la calle con saco, corbata y gafas sin cristales. Pues ése fue mi caso. Tenía una colección de sacos, camisas, corbatas y hasta corbatines. Fui el primero de tres hermanos, y por cuatro años único hijo. Tenía que arreglármelas para divertirme solo en mi habitación, en mi espacio, en mi mundo donde sólo yo habitaba. Desde muy niño aprendí a hacer el nudo de la corbata, y más difícil aún, a modificar manualmente ─con hilo y aguja─ mis disfraces y máscaras, que me ponía cualquier día; no tenía que ser Halloween.

Usaba disfraces de Supermán y de El Hombre Araña. Cualquier día era propicio para salir a la calle disfrazado. O con traje de gala. Mi máscara de El Hombre Araña tenía la cara y el cuello completamente cubiertos porque yo la re confeccioné utilizando recortes de telas de varios disfraces. También tenía espejuelos plateados que extraía de gafas de sol de vendedor playero y que de alguna forma le incorporaba. No existía ningún niño con una máscara como la mía.

Desde el principio de mi vida aprendí a estar solo. Aprendí a disfrutar de mi propia compañía. Aprendí a burlarme de mí mismo, a reírme de mis propios chistes y hasta a necesitar de mi inseparable soledad. Ha de ser muy distinto ser el segundo, o el tercero en la línea descendiente; supongo. Recuerdo que a mi primer hermano le ayudaba en cosas como amarrarle los cordones, sujetarle el pantalón o hacerle el lazo de su capa de Robin. Éramos Supermán y Robin. Batman no tenía súper poderes, por eso prefería al de Kryptón.

Pasaron algunos años. Un día recibí de regalo un balón de fútbol Etrusco Líbero, que era una versión amateur del balón Etrusco Único, utilizado en el Mundial de Italia-90; fue un día mágico aquél. Casi sin darme cuenta, sólo un poco después, recibí un diploma que me acreditaba un título universitario que nunca utilicé. En aquel momento tomé mis pocas cosas y me fui del refugio que me habían dado mis padres. Y me encontré otra vez solo, como al principio, en una casa con porche y jardín; en estrato 1.

Aún no sé cuál sea el verdadero sentido de la vida, pero sé que al final de los días lo único que a cualquier persona le queda es su historia. Con todo lo demás se quedará alguien más. Tener una historia que contar, al final de todo, será más valioso que cualquier cosa. Las decisiones importantes que tomé hasta hoy fueron arriesgadas. Me pude equivocar en muchas. Pero tengo una historia, que aún escribo, y que contaré cuando llegue el momento justo.

Es sublime el momento de darse cuenta de que después de todo no somos la gran cosa, porque nos humaniza, y entendemos que aquello que esperamos no tiene por qué llegar necesariamente como lo esperábamos, ni tan fácil, ni tan rápido.

Estoy convencido de que la ecuación que expresa lo que deja en su vida una persona con su historia no es otra que la diferencia entre la risa que dejó en el mundo y la amargura que llevó consigo. Una variable lo involucra todo, la otra sólo al ser, pero son codependientes.

Juan Pablo Díaz
Bogotá, Oct. 2012
@juanpdiazr

Sunday, October 7, 2012

TARJETA ROJA PARA LOS ÁRBITROS

En la fecha 11 de la Liga Postobón-2, en partido jugado en Bogotá entre Millonarios y Junior, el jugador del equipo barranquillero y la Selección Colombia, Teófilo Gutiérrez, recibió una segunda amonestación y vio la tarjeta roja por supuesta agresión sin pelota al jugador de Millonarios Pedro Franco. La agresión de la que acusaron a ‘Teo’ fue “codazo”. Lo curioso es que para ejecutar un codazo la biomecánica del cuerpo humano exige inclinar el tronco hacia adelante y doblar el antebrazo hacia adentro para que el esfuerzo se logre a través del deltoides posterior, músculo encargado, entre otros esfuerzos físicos, de lanzar el codo hacia atrás. En el video es clarísimo que Teo ni se inclina, ni dobla el antebrazo, y por supuesto no da un codazo a Pedro Franco, que de paso valga decirlo, lo venía provocando ante la mirada complaciente del árbitro, según relató terminado el partido el capitán juniorista Giovanni Hernández.

La segunda hipótesis es que al abrir los brazos lo agrede con el antebrazo (nunca fue ésa la acusación). Sin embargo, el movimiento que puede lograrse de esa forma es limitado y muy difícilmente puede ser rápido o contundente como para lograr agredir a un contrario y más aún sin darle tiempo de reacción para evitarlo, eso sin decir que es casi imposible abrir los brazos por encima de la línea del hombro, y Pedro Franco es un jugador muy espigado como para que su rostro pueda estar bajo la línea del hombro de Teófilo. En conclusión, no hubo agresión, no debió existir la segunda amarilla y Teófilo nunca debió resultar expulsado. La única forma de golpear contundentemente a alguien con el antebrazo es haciendo un giro sobre el propio eje de la cintura, levantando el lado con el que se va a agredir y bajando el lado contrario. Es simple biomecánica del cuerpo.

La situación es aún más grave si tenemos en cuenta que quien lo expulsó no fue ninguno de los 3 árbitros del encuentro, sino el cuarto árbitro, que desde la lejanía desde la que se encontraba advirtió lo que nadie más, la supuesta agresión sin pelota de Teófilo a Franco. Resulta que los cuartos árbitros en el torneo colombiano son locales, y es completamente impresentable que siéndolo puedan incidir en decisiones tan trascendentales como expulsar a un jugador del cuadro visitante en el primer tiempo (¿será que el cuarto juez de la Escuela de Árbitros del Atlántico podrá mandar al referee a expulsar un jugador de Millonarios cuando el juego sea en el Metropolitano por algo que nadie más vio sino él?). Expulsión injusta, inventada, mal intencionada, y que debería ser un caso disciplinario en la Dimayor tanto para el cuarto juez como para el central que aceptó su recomendación.

En la fecha 13, en Ibagué frente al Deportes Tolima, apenas tenía Teófilo Gutiérrez 30 minutos de estar en la cancha tras el cumplimiento de una fecha de suspensión, cuando el juez central, esta vez sin apoyo de sus compañeros, decide mostrar tarjeta roja directa a Teófilo, nuevamente por presunto codazo. Esta vez ‘Teo’ sí salta armado, pero nunca da un codazo al adversario. Podría interpretarse que llevaba mala intención, pero si así hubiera sido lo máximo que podía hacer el juez era amonestarlo, ya que jamás agredió al jugador adversario, y en el fútbol las intenciones son subjetivas, de apreciación, y no pueden castigarse con una expulsión.

Para colmo de males luego le inventa una expulsión a Cortés, que no comete la menor infracción. También sin el respaldo del línea de occidente, que estaba más cerca de la jugada que el propio central.

Para mí hay una clara intención de perjudicar con arbitrajes amañados al equipo de Barranquilla, situación que tiene antecedentes importantes en la historia de nuestro fútbol, y parece ser que han escogido como su víctima favorita al jugador más talentoso de nuestro fútbol, Teófilo Gutiérrez, que con la camiseta de la Selección Colombia ostenta el mayor promedio anotador de la generación actual de jugadores, 0.46 goles por partido. (El máximo promedio goleador de la historia de la Selección pertenece a Iván René Valenciano, con 0.45 goles por partido).

El raro fenómeno colombiano de no sólo no respaldar a los talentosos que más le aportan a nuestro fútbol, sino por el contrario hacer lo necesario por perjudicarlos. Si hubiese habido alguna clase de sanción para el árbitro que injustamente expulsó a Teófilo en Bogotá, el que pitó en Ibagué no habría mostrado esa tarjeta roja de forma tan ligera. Lo más triste es que le quitan ritmo a un jugador que hace un aporte inmenso en la Selección Colombia de José Néstor Pékerman, a contados días de un duelo decisivo frente a Paraguay en Barranquilla.

Pese a todas las arbitrariedades arbitrales, y al descaro del central, que luego de un manotazo en la cara por parte de un jugador de Tolima a uno de Junior sólo mostró la tarjeta amarilla, el equipo ‘currambero’ empató un juego en el que caía por dos goles y tenía dos hombres menos. No sé a quién le dolió más ese agónico empate, si al árbitro central del encuentro o a los comentaristas de DirectTV, a quienes les faltaba poco por ponerse a cantar al ritmo de los coros de los barristas tolimenses.

Tendrá la Directiva de Junior que hacer un reclamo enérgico ante la Dimayor, o tendrá Cheché que mandar a Teo a la cancha atado de brazos.

JPDR
Barranquilla, Octubre 2012
Twitter: @juanpdiazr

Wednesday, October 3, 2012

SI TODOS FUERAN COMO YO

Un día imaginé cómo sería el mundo si todos los humanos fuesen como yo. Imaginé lo que ocurriría si mi carácter, mi temperamento, mis gustos y mis manías se multiplicaran por millones. Por ejemplo, no habría fumadores. Nadie arrojaría basuras a la calle. Nadie presionaría los cláxones cuando el semáforo estuviera a punto de cambiar a verde. No habría chicles pegados debajo de las mesas. La Coca-Cola no existiría, ni las fábricas de chocolates, ni la industria de los lácteos. Todos serían torpes para las matemáticas, tendrían mala memoria y sólo comprenderían el método polaco en las calculadoras. Sólo existirían zapatos de color negro (si se tratara de guayos valdría cualquier color). Todo el mundo llevaría el mismo perfume durante toda su vida.

No parece tan malo un mundo en el que me multiplicaran hasta poblarlo por completo. Todos serían adictos al café y amigos del insomnio. No habría religiones. En las guerras siempre existiría el diálogo. Quizá no habría diálogo si a la vez no hay guerra, ni sentido, ni propósito.

Si al menos en mi país Colombia me multiplicara por 46 por 10 a la 6, Uribe nunca habría sido presidente. Protagonistas de Novela habría salido del aire al tercer capítulo. Los seis equipos del reality de la isla serían Guajiros, Bananeros, Curramberos, Heroicos, Sabaneros y Montañeros. Nadie tendría un celular Comcel. Habría una fábrica de Raspaos más grande que Ecopetrol. El raspao de cola con leche condensada sería más importante que la arepa. Los supermercados quebrarían. Estaría prohibido el reggaetón y el vallenato (principalmente ese vallenato en portugués que dice “moza, yo sí te pego”, que creo que lo compuso ‘Bolillo’ Gómez). Todos presionarían en el ascensor la ‘flecha arriba’ para subir y la ‘flecha abajo’ para bajar. Nadie aplicaría el freno de emergencia al estacionar ni tendría la sensación de que el vehículo se desplazará y será embestido por otro.

Nadie cambiaría el pin de BlackBerry por el WhatsApp en algún otro teléfono inteligente. El mundo ahorraría millones de baterías recargables dañadas por exceso de tiempo de carga. La gente sería un poco más paciente y menos susceptible. Nadie recordaría a qué producto o marca hacía referencia un comercial original o chistoso. Todos podrían vestirse igual todos los días y nadie lo notaría. Nadie se tatuaría, se haría piercings o pintaría el pelo de amarillo. Nadie se pondría un pantalón por debajo del trasero. No existirían los anillos ni las pulseras.

Quizá el mundo sería monocromático y aburrido. No tendría nada que enseñar ni nada que aprender. No tendría cómo enfrentar lo que soy ni comprenderme. Y aunque disfruto la soledad y me divierto conmigo mismo creo que disfrutaría poco la compañía de alguien como yo. Conmigo tengo, y tendré mientras me tenga.

¿Cómo sería el mundo si te multiplicaran por millones?

Juan Pablo Díaz R.
Barranquilla, 2012
Twitter: @juanpdiazr