Sunday, November 25, 2012

EL CIRCO ROMANO EN EL FÚTBOL (LUIS CARLOS RUIZ)

─Si el ‘Polilla’ Da Silva te cobra penal tírate al palo derecho que casi siempre la manda allí─ Le dije a José María Pazo al interior del camerino una tarde de 1991 en la que Junior recibía al América de Cali ─Yo sabré a qué lado tirarme si me cobran penal.─ Me respondió en tono prepotente, en clara reprobación al consejo futbolero que un niño se atrevía a darle a quien ya era un profesional del fútbol. Por un momento pensé que habían sido en vano mis múltiples y anónimas intervenciones frente a cualquier oprobio que desde las sillas de madera de Occidental Numerada hubiere tenido por destinatario al cuida vallas cesarense. “Se ve que no has visto las que saca”, “como que hace rato que no vienes al estadio” o “si no vas a venir a apoyar mejor quédate en tu casa”, eran algunas de mis airadas respuestas frente a los comentarios vejatorios de alguno de mis improvisados contertulios. De todas formas, al final, el tiempo me daría la razón, porque ‘Che María’ sería dos veces campeón con Junior y llegaría incluso a ser parte de la Selección Colombia.

Son varios los casos históricos en los que la tribuna barranquillera ha encontrado una causa para solidarizarse en bandada con más efervescencia que el propio amor por el Junior: el odio desmedido, irracional y enfermizo por un jugador que viste la propia casaca del equipo al que presuntamente aman. El caso de José María Pazo se suma al de otro de su generación, Luis Grau. Grau cargaba con la cruz de un prólogo de generaciones de jugadores nacionales y extranjeros de gran riqueza técnica, y lo suyo no era la sutileza, sumado a una nueva generación de atlanticenses que prometía alegrías para el pueblo currambero, y establecía una vara alta desde la capacidad técnica que se supone debe poseer un futbolista profesional. ‘Lucho’ Grau podía ser dirigido por Comesaña o por Bilardo, por el ‘Papi’ Peña o por Beckenbauer, y de alguna forma encontraba su cupo en la titular. Al final muchos sucumbieron a las rechiflas y reconocieron el espíritu combativo del volante roji-blanco.

El caso quizá más emblemático en Barranquilla de la turba enardecida enfilando todos sus dardos hacia la misma diana, fue el de Carlos Araújo, un volante-8 cesarense que jugaba con la número ‘12’. De nada le valió a Araújo haber hecho parte de arrolladoras nóminas, ni un golazo que le marcó al Atlético Bucaramanga en el propio Alfonso López en un tiro parabólico sensacional, y menos aún una tripleta que doblegó al Deportivo Cali en su propio feudo. Ni siquiera su firme manera de cabecear ni la mística ovalada que mostraba en cada partido resultaron suficientes para que el público barranquillero cesara sus ansias de despedazar con diatribas de todo calibre la figura, un poco enclenque, de Carlos Araújo. En la mejor representación del circo romano y la masiva solidaridad en la causa de lacerar el ánimo y la honra de un simple ser humano que desde sus modestos alcances dejaba hasta la última gota de sudor en la cancha, Carlos Araújo soportaba con heroísmo la horda inquisidora domingo tras domingo.

El caso más lamentable fue sin duda el de Javier Flórez, volante-6 barranquillero de excelente manejo de pelota, claridad y despliegue físico. Al joven volante le valían poco su imponente talla y condición técnica, su manera de avanzar con la pelota en los pies y su incansable lucha en la zona medular. El público, por razones incomprensibles, encontraba el éxtasis en el ejercicio colectivo y casi unánime de calcinar con improperios el nombre y la honra de este deportista. El desenlace de este caso de animadversión fue trágico. Tras la pérdida del campeonato en 2009 algún aficionado alejado de la complicidad ponzoñosa de la multitud y del mimetismo de la grada se atrevió a increparlo en la calle, y el futbolista, seguramente cansado de la sarta interminable de humillaciones y psicológicamente afectado, tomó la peor decisión, terminar con la vida de uno de sus inclementes verdugos.

En la actualidad se presenta uno de los casos más increíbles, el de un jugador que ha sido titular con casi todos los técnicos, que ha alcanzado tres finales, ha sido campeón en dos de ellas y lo ha logrado siendo inamovible titular en el tránsito a dichas finales. Para disipar más las dudas en cada uno de los tres casos ha tenido un técnico distinto. Quienes lo han dirigido, quizá con la única excepción de Óscar Quintabani, han elogiado su capacidad, su entrega y su larguísimo recorrido, su juego aéreo, entre otras de sus cualidades como futbolista. Hablo, por supuesto, del samario Luis Carlos Ruiz. Ruiz resulta no sólo el destinatario de cada pelota que lanza larga Viera desde su área, sino de la más alucinante colecta de descalificaciones que llegan desde todas las direcciones pero a un solo blanco, que lleva el ‘27’ a sus espaldas. Ruiz, a diferencia de Araújo, no tiene apariencia de desvalido, todo lo contrario, cuenta con un envidiable porte de atleta, que contrasta con su carácter tímido, con un miedo a las cámaras y a los micrófonos cuando a él se acercan. Ruiz, como Araújo, es la personificación de la indulgencia, de la paz de quien sabe que lo ha dejado todo en la cancha y que no le han regalado nada de lo que ha conseguido.

Luis Carlos Ruiz nació en Santa Marta, lugar en el que Junior, equipo al que defiende, es profundamente odiado. Quizá ese contraste entre su origen y la institución a la que pertenece le ha trastocado el ánimo, o quizá simplemente es la víctima involuntaria y aleatoria de una causa histórica que ha defendido con vehemencia el público barranquillero (y quizá la misma raza humana a través de su historia): el ejercicio del escarnio público.

En la cancha Luis Carlos Ruiz es casi imposible de detener cuando se decide a avanzar con la pelota en velocidad. Los rivales sólo atinan a derribarlo. Provoca una cantidad incalculable de faltas, tiros libres, cartones amarillos, y a veces rojos, que amainan la pierna fuerte del rival, y que en muchos casos los deja en desventaja numérica. Casi siempre aparece en la foto de la jugada en ataque, y también en la del despeje oportuno desde la propia área. Es sumamente solidario cuando su equipo no tiene la pelota, y preciso en el despeje aéreo defensivo. Cuando Luis Páez no encontraba el gol fue él quien se disfrazó de ‘9’ y convirtió cuatro, rememorando aquella época no tan lejana en la que marcó muchos goles con la camiseta del Barranquilla en la primera B. Por esos días algunos abandonaron el bando de los inquisidores y se sumaron al de quienes lo elogiaban.

No sé los muchachos que apenas empiezan a entender el fútbol, no sé los viejos que no logran quitarse el hábito de ir al estadio a vociferar insultos, no sé los generadores de opinión que utilizan portales virtuales, micrófonos o sus @’s en Twitter para condenarlo, pero sé que yo, que tengo una parte importante de mi vida atada al fútbol y al Junior, siempre apoyaré a quien considero un jugador virtuoso. Nunca me temblará la voz o el pulso para decir: ¡GRANDE RUIZ!

Juan Pablo Díaz R.
Barranquilla, nov 2012
@juanpdiazr

Friday, November 23, 2012

BARRANQUILLA VS BOGOTÁ

En Barranquilla nací, en Barranquilla crecí; a Bogotá llegué por una conspiración del destino que decidió sin consultarme que aquí tuviera que transcurrir alguna parte de mi fugaz historia...

* * * *

Barranquilla es una ciudad de clima tórrido, Bogotá una ciudad de clima templado; el clima templado es, al menos para mí, más agradable que el tórrido: punto para Bogotá.

La humedad relativa de Barranquilla es del 95%, la de Bogotá del 75%, la humedad absoluta a 35 Celsius para una relativa de 0.95 es mucho más intolerable que la de 0.75 a 15 Celsius: de nuevo, punto para Bogotá.

Barranquilla está a una hora de Santa Marta y a una hora de Cartagena, que son los dos principales balnearios del país, unidos por vías rápidas; Bogotá está a tres horas de Girardot y de Melgar, qué son, bueno, dos poblaciones a cada lado de la frontera entre el Tolima y Cundinamarca: punto claro y contundente para Barranquilla.

Barranquilla es una ciudad con contaminación moderada, Bogotá una de las más contaminadas del mundo (en Bogotá de noche se ha adquirido una ‘mascarilla de hollín’ y se tiene el pelo tieso de puro hollín): punto para Barranquilla.

Bogotá hace un aporte al PIB de la nación al menos diez veces más grande que el que hace Barranquilla (en Bogotá se consigue incluso lo que todavía no se ha inventado): sin duda, punto para Bogotá.

Barranquilla es puerto fluvial y marítimo y tiene la zona franca más grande del país, Bogotá es considerada una de las ocho mejores plazas comerciales del mundo: aunque discutible, para mí, punto para Bogotá.

En Barranquilla la proporción de mujeres bellas es de una por cada diez, en Bogotá es de una por cada cuatrocientas; nunca he podido comprender este extraño fenómeno cuya explicación parece estar orientada hacia algún tipo de mutación genética: sin atenuantes, punto para Barranquilla.

Barranquilla tiene de estadio de fútbol al Metropolitano Roberto Meléndez, Bogotá tiene al Nemesio Camacho El Campín: hummm… No seré mezquino, El Campín tiene su no sé qué… Empate técnico.

Barranquilla tiene el Carnaval, ‘Patrimonio Histórico, Oral e Intangible de la Humanidad’, Bogotá la Feria del Libro: me tendrán que disculpar los amantes de las letras y los enemigos de lo profano, pero punto para Barranquilla.

En cuanto a centros comerciales Barranquilla tiene el Buenavista, el Villacountry y el Portal del Prado; Bogotá el Unicentro, el Andino y el Atlantis, entre otros: punto para Bogotá.

En Bogotá no hay donde parquear y la hora de parqueo cuesta entre $4000 y $6000, en Barranquilla todo el mundo parquea gratis donde sea [=D]: punto para Barranquilla.

♦Bogotá tiene el sistema de transporte masivo Transmilenio, Barranquilla tiene… ¿TransMetro?: punto para Bogotá.

Barranquilla tiene al Júnior, Bogotá a Santa fe, Millonarios y La Equidad… Hummm… Me hace dudar La Equidad: mejor aquí sacrifico el punto por mi auto entendida incapacidad de garantizar imparcialidad frente a mis pasiones más profundas.

Barranquilla dio a luz a Macnelly Torres, Bogotá a Fabián Vargas: punto para Barranquilla.

Barranquilla dio a luz a Shakira, Bogotá a… (ni sé): fuera quien fuera, punto para Barranquilla.

Bogotá tiene un sistema de canalización de aguas, Barranquilla arroyos de caudales inhóspitos que arrastran cualquier cosa: punto para Bogotá.

¿Barranquilla ó Bogotá? Juzguen ustedes.

JPDR (Bogotá, 2009)
♦En 2009 el Transmetro estaba apenas arrancando, sin embargo el Transmilenio aún hoy (nov 2012) le saca en cobertura proporcional una ventaja considerable.
@juanpdiazr

Thursday, November 8, 2012

UN DÍA EN BUFFALO

Llego procedente de Syracuse en la mañana temprano. Arrastro mi equipaje unas cuantas cuadras hasta el consulado canadiense, según me indica un empleado de la terminal de transportes. Me encuentro en la fila con orientales y latinos. Cuando llega mi turno me dice una mujer rubia, con el entrecejo fruncido, que me hace falta el I-94, retiro mis papeles y averiguo dónde encontrar una oficina de inmigración de los Estados Unidos. Encuentro que hay una a 12 cuadras del lugar. Mi equipaje lo dejo al cuidado de un africano que acabo de conocer.

Corro desafiando un poco la estabilidad de mi pierna derecha, que ya parece estar apta para la tarea. Llego a la oficina. Me detienen porque traigo una navaja suiza. Me regreso y la dejo al cuidado de un albañil que acabo de conocer en una construcción vecina. Entro y logro hablar con uno de los agentes. Le explico mi situación y le convenzo de que me estampe un sello oficial y de que me entregue una notificación de mi legalidad como inmigrante. Regreso a gran velocidad al consulado. Presento los papeles. La mujer del ceño fruncido no parece satisfecha, me pregunta dónde está el original ─En New York─ Le respondo.

Noto que a muchos les niegan las visas, tal cual como ocurrió hace nueve años en Seattle, cuando fui el único del grupo que la obtuvo, y entonces pude llegar hasta Vancouver. Decido retirar mis papeles y declinar a mi petición de visa. Entiendo entonces que mi única opción es convencerlos de que existe algo que me impide quedarme en su país vencido el permiso, entonces empiezo a fabricar una historia. Mi padre, desde Colombia convertido de forma insospechada en mi gran aliado, me ayuda en la misión enviándome logotipos para fabricar una carta de salvación.

Aún no aparece mi I-94, y la cosa se me complica, ya tendré que esperar hasta mañana, pero así sea atravesando el Niágara en bicicleta llegaré a Canadá. No conozco a nadie en esta ciudad, no traigo dinero para hospedarme ni en el más derruido de los hostales. Empiezo a hacer llamadas, los minutos en mi celular son mi único activo.

Me entero de que varias personas conocidas se han venido a estudiar a la Universidad de Buffalo a través de un reciente convenio. Se aclara un poco el panorama. Consigo un número de teléfono. Mi interlocutor sabe quién soy. Resumo en 60 segundos mi historia.

Me acerco en el 'Buffalo Rail' a la estación 'Séneca', nombre del autor de aquella frase que reza que “la modestia es la madre de la hipocresía”. Llego a la estación “University”. Camino unas cuantas cuadras hasta un edificio de universitarios. Espero un rato. Aparece mi nuevo amigo.

Esta vez me vuelvo a salvar.

JPDR (Buffalo, julio de 2008)

UN DÍA EN MONTREAL

Hace unos días estando aquí cumplí años, aunque creo que no valió la pena haber gastado aquí ese día. El lavaplatos está completamente tapado, resulta un sainete el ir y venir sacándole el agua. Salgo por la vía que me señala la ciclo-ruta.

Llego a la estación del bus que me llevará hasta el tren, o Metro, como aquí se llama, igual al de Washington, o al de París. El conductor prefiere dejarme pasar que intentar responderme en inglés. Otro viaje gratis. Al llegar me conecto con la línea naranja y me bajo en Square-Victoria.

Llego a la escuela de chef’s de la que me hablaron los venezolanos. Llego un poco tarde y han cerrado el buffet, pero al menos ya sé dónde queda. Camino hacia la Plaza de Armas. Empiezo a recorrer una especie de mercado chino, esto parece un “San Andresito”, he saltado de un mundo a otro.

Oriento a unos anglófonos que por aquí se perdieron, ¡increíble! Ya me ubico bien en este lugar, que se me parece a Barranquilla, con tren subterráneo y con arquitectura europea. Bueno, eso imagino, nunca he ido a Europa.

He visto tanto “loco” que he terminado por convencerme que el loco soy yo, porque no tengo tatuajes, ni uso esa ropa esperpéntica, ni tengo perforaciones en las cejas o nariz, ni camino de la mano con alguien de mi mismo sexo. Bueno, así son las cosas aquí, el extraño soy yo.

Cae la noche, y va a empezar una dura jornada desde las 11 de la noche hasta las 7 de la mañana. Nos vamos a la estación Viau de la línea verde, alguien allí nos recogerá.

JPDR (Montreal, ago 2008)