Thursday, November 8, 2012

UN DÍA EN MONTREAL

Hace unos días estando aquí cumplí años, aunque creo que no valió la pena haber gastado aquí ese día. El lavaplatos está completamente tapado, resulta un sainete el ir y venir sacándole el agua. Salgo por la vía que me señala la ciclo-ruta.

Llego a la estación del bus que me llevará hasta el tren, o Metro, como aquí se llama, igual al de Washington, o al de París. El conductor prefiere dejarme pasar que intentar responderme en inglés. Otro viaje gratis. Al llegar me conecto con la línea naranja y me bajo en Square-Victoria.

Llego a la escuela de chef’s de la que me hablaron los venezolanos. Llego un poco tarde y han cerrado el buffet, pero al menos ya sé dónde queda. Camino hacia la Plaza de Armas. Empiezo a recorrer una especie de mercado chino, esto parece un “San Andresito”, he saltado de un mundo a otro.

Oriento a unos anglófonos que por aquí se perdieron, ¡increíble! Ya me ubico bien en este lugar, que se me parece a Barranquilla, con tren subterráneo y con arquitectura europea. Bueno, eso imagino, nunca he ido a Europa.

He visto tanto “loco” que he terminado por convencerme que el loco soy yo, porque no tengo tatuajes, ni uso esa ropa esperpéntica, ni tengo perforaciones en las cejas o nariz, ni camino de la mano con alguien de mi mismo sexo. Bueno, así son las cosas aquí, el extraño soy yo.

Cae la noche, y va a empezar una dura jornada desde las 11 de la noche hasta las 7 de la mañana. Nos vamos a la estación Viau de la línea verde, alguien allí nos recogerá.

JPDR (Montreal, ago 2008)

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