Wednesday, January 5, 2011

UN DÍA EN NUEVA YORK

El día arranca en Norbergen, a 25 minutos de Manhattan. El bus de “los peruanos” pasa y me recoge. Llego y camino un par de cuadras hacia el Port Authority. Me echo sobre una columna y me quedo por un rato viendo la vida pasar. Todos corren, hacia un lado ó hacia el otro. Se acerca a mí una mujer rubia y me dice – Will you laugh at me? – No respondo nada, al tiempo que la miro fijamente al rostro. Entonces me viene con el cuento de que le hacen falta unos dólares para completar el pasaje del Greyhound. – The last time you came up with the same thing I told you to go to the Salvation Army – Le dije. Entonces, enrojecida, da media vuelta y se va. Es la tercera vez que se acerca a mí con la misma historia triste, pero creo que esta vez fue la última.

La camiseta del Júnior se pasea muy oronda por las calles de Manhattan. Llego hasta la Biblioteca de la Quinta Avenida. Ya he encontrado un cable para el portátil. La respectiva búsqueda en “Craigslist” de un milagro que me permita seguir vivo. Pasan algunas horas, he enviado al menos 20 correos, ninguna respuesta. Se me agota el tiempo y debo irme.

De tantas veces que me he visto obligado a ir a McDonald’s creo que me ha poseído un ser maligno, mefistofélico y luciferino con el perfil de un payaso. Bajo a la estación del Subway y tomo la línea 7. Un tipo joven, desarreglado, oloroso y despelucado saca una guitarra y se coloca una dulzaina en el cuello sujetada con un particular soporte de hombre orquesta; empieza a tocar con maestría y canta con voz clara y afinada. Todo un artista, perdido en las calles, seguramente arruinado por la droga. En las pausas aprovecha para soplar a través de la dulzaina sin suspender el show que a través de cuerdas llevan sus dedos.

Llego hasta Queens. Recojo una maleta y llevo la ropa sucia al “Coin Laundry” más cercano. Mucho más caro que el de Chicago. Con dificultad logro hacer que el chino entienda que quiero que drene la salsa de mi “sesame chicken”.

Regreso a Manhattan. A través del túnel alguien me asegura que “Dios es mi Salvador”, si le doy dinero, si no, supongo que me tendré que salvar a mí mismo. Observo una mujer tocando con un instrumento extraño una melodía parecida, ó tal vez la misma de la canción “Maldita Primavera” de Yuri.

Desde la misma esquina espero a los peruanos. Hago la fila y entro casi de último. Abro la galleta de la fortuna, dice: “you will go as far as you want as long as you know where you are heading to”… Otro día que se me va, y nada pasa.

JPDR (New York, 2008)

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