Tuesday, December 4, 2012

MI RECUERDO DE MIGUEL CALERO

Mi más claro recuerdo de Miguel Calero tuvo lugar en la ciudad de Medellín. Yo estaba de visita. Eran los días de Semana Santa del año 1998. Junior de Barranquilla visitaba a Atlético Nacional en el Atanasio Girardot. Fui al estadio con la ilusión de ver a Junior sacar un buen resultado en su visita a un elenco paisa en el que varias de sus figuras eran jugadores atlanticenses, todos ellos en algún momento roji-blancos: ‘Ferry’ Zambrano, Álex Comas y el espectacular Oswaldo Mackenzie. Pero eso no era todo, el local contaba con el mejor lateral que he visto en Colombia, Diego León Osorio, y con un arquero al que creía conocer bien, Miguel Calero. Y creía conocerlo bien porque Calero en sus inicios había jugado en el Sporting, y yo había visto casi todos aquellos clásicos barranquilleros al calor de las tardes domingueras en el Metro.

El Atanasio Girardot estaba a reventar. Yo estaba en la tribuna de occidental baja. La tarde se empezó a oscurecer ─para mí─ cuando en una jugada entre los atlanticenses Mackenzie y Zambrano, el soledeño remató desde fuera del área y la puso en un ángulo imposible para Calixto Chiquillo. Minutos después, Oswaldo Mackenzie intenta entrar al área en medio de 8 piernas, la pelota rebota en un jugador de Junior y le cae a un jugador verdolaga aparentemente adelantado. El línea levantó la bandera, la defensa de Junior se quedó petrificada y el juez Óscar Julián Ruiz, quien sería célebre por sus desafueros hacia Junior, dio continuidad a la jugada en cuyo epílogo Giovannis Cassiani en reacción tardía y en el intento desesperado por despejar la pelota termina embocándola en su propia puerta. Para terminar de cerrar un funesto primer tiempo, fue el propio ‘Nené’ Mackenzie, ídolo en Barranquilla, quien convertiría el lapidario tercer gol.

Miguel Calero, capaz de manejar los ánimos de sus adversarios, le mostró un balón al atacante roji-blanco Daniel Alberto Tílger dominándolo con los pies. El ‘9’ gaucho, ex compañero suyo en el Sporting, cedió a la tentación de intentar arrebatarle esa pelota al guardameta vallecaucano y le cometió una falta que le significó la roja directa. Junior dependía de alguna genialidad de Víctor Danilo Pacheco, que tuvo una actuación descollante. El ‘crack’ atlanticense en varias oportunidades liquidó a sus rivales en velocidad con la pelota atada al pie, pero cada vez que se enfrentó a Miguel Calero fue el golero quien ganó el duelo.

En los últimos minutos, en una jugada maradoniana Oswaldo Mackenzie se deshizo de sus adversarios y puso de frente al arco con la pelota servida al barranquillero Álex Comas, quien sepultó a Junior con el quinto e irrevocable gol de la noche.

Pero el partido aún no terminada. Faltaba una más de Víctor Danilo Pacheco. La tomó desde su campo y avanzó como un lince tras su presa. Sólo veía el arco rival mientras los iba liquidando uno a uno. Sus compañeros se habían quedado en Barranquilla, aunque estuvieran dentro del campo de juego, así que por su propia cuenta y eludiendo a quien se cruzara en un su corrida estuvo dispuesto a dejar lo último que le quedaba para marcar el tanto de la honra, un tanto que amainara mi estado de humillación en aquella tribuna, un gol que aunque no me liberaría de terminar cundido en la derrota al menos me iba a permitir levantar los brazos por un segundo… Pero ni siquiera eso. Porque cuando incluso pasó la línea de la defensa y estuvo frente a Miguel Calero, cuando tuvo la oportunidad de silenciar brevemente aquel atiborrado estadio convirtiendo un gol de antología, cuando él solo los había ya vencido a todos, remató al arco y el balón se fue desviado. La tomó Miguel Calero para sacar de meta. Calero le había ganado todas, pero en aquella le bastó con asustarlo.

Terminó el partido y la hinchada paisa aplaudió a su equipo y también a Víctor Danilo Pacheco. Yo me negué a aplaudir a Mackenzie, pero aplaudí a Miguel Calero.

Juan Pablo Díaz R.
Diciembre de 2012, confirmada la muerte de Miguel Calero.
Twitter: @juanpdiazr

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