Saturday, June 19, 2010

A LA ARENA: PERSIGUIENDO LA UTOPÍA

A pocas horas de ingresar al cubículo de cartón, próximo a tener entre mis manos un tarjetón con tres opciones, obligado a elegir sólo una, para con ella cambiar por fin el curso de la historia. El colombiano promedio le resta importancia al valor incalculable de su voto, y con frecuencia se une al club de portadores de ‘slogans populares’, conformados por cantidades ingentes de incautos ciudadanos: “un voto más o un voto menos no hace diferencia”, “para qué votar si va a ganar el otro”, “mejor voto por el que va a ganar”, “para ‘perder’ mi voto mejor me quedo en mi casa”, entre otros muchos de la misma línea.

Cuando un proselitista voluntario como yo, impulsado sólo por el ansia de un país distinto -que se sube a los buses a hablar de la propuesta Verde, que visita lugares recónditos con el único propósito de contarle a la gente acerca de la opción que representa el Partido Verde, que se dirige a conocidos y desconocidos todos los días para invitarles a votar por la propuesta de la Legalidad Democrática-, resulta una punzada fatal en medio del alma cada uno de estos ‘slogans populares’, sucumbiendo por segundos eternos que hacen presa a la impotencia y a veces la indignación. Luego la esperanza me hace recobrar la fuerza y continúo.

Un súbito exsantista luego de convencerse me dice “Si Mockus lo conociera mínimo le daría un ministerio” –a lo que respondo- “me conformo con un país mejor”. Y es que este recorrido estuvo lleno de sentimientos muy distintos entre sí: recompensa moral, decepción, auto-motivación, impotencia, resurrección emocional, fenecimiento. Un día en la sede del Partido Verde en la Calle 66, a alguien –en medio de mucha gente- se le extravió un teléfono celular, y alguien más le dijo “si fue aquí que se perdió aparece, estamos entre simpatizantes del Partido Verde, aquí nadie roba”. Efectivamente el aparato apareció a los pocos minutos. Vino entonces a mi mente el recuerdo de un concepto aprendido como miembro del ‘PEP Barranquilla’, donde cada uno de los 80 miembros de aquella edición –y de cada una- nos reconocíamos entre sí como “ciudadanos confiables”, y por ende confiábamos unos en otros. ¿Qué tal un país donde pudiéramos confiar en cada ciudadano sin siquiera conocerle?

Y hay sociedades en las que aplica este concepto que para un colombiano podría resultar imposible. Hace doce años, cuando vivía en Minneapolis, conseguí por referencia a un comercializador de tarjetas telefónicas llamado Gene Decker. No sólo le convencí de que trajera de Nueva York unas tarjetas para llamar a Colombia a bajas tarifas, sino que sin jamás haberme visto o tenido de mí referencia alguna me entregó al menos US$100 en pines para llamar de larga distancia, con la fe de que en algún momento le pagaría. Hubo un día que se me ocurrió preguntarle “Gene, ¿por qué confía en mí si ni siquiera me conoce? –a lo que él me respondió- “Juan, ¿Por qué habría de desconfiar de usted?”.

Mi primera invitación es a votar libremente (quienes participan del andamiaje político, familiares de soldados y policías, beneficiarios de subsidios y contratistas del Estado, NO votan libremente). Mi segunda invitación es a votar responsablemente, esto implica haber estudiado muy bien a los candidatos en contienda, esto implica no sólo revisar los Planes de Gobierno (que es para mí lo menos importante), sino sus Principios de Gobierno, la validación en el curso de su experiencia pública de dichos principios, su capacidad de conformar equipos de trabajo eficientes, y los títulos morales demostrados del candidato y de quienes le rodean. Mi tercera y última invitación es a votar por el candidato que respaldo, a votar por Antanas Mockus, quien defiende la propuesta de un país en el que la sociedad castigue la ilegalidad en todas sus formas (presión social), lo que supone un fuerte cambio cultural; ya demostró que cambiar la manera de pensar, de percibir y de actuar de las personas es posible y que da resultados increíbles.

Por una Colombia en la que los medios no manipulen la información a favor de los de arriba, que luche contra los “negocios ilícitos” que el Estado perpetúa, que no sea cómplice ni testigo silencioso de actividades delictivas en todos los niveles, y unida bajo argumentos sólidos e incontrovertibles -como la defensa por la vida, el buen manejo de los recursos públicos y por la educación como mecanismo para derrotar la pobreza-: ¡ANTANAS MOCKUS PRESIDENTE!


JPDR (Barranquilla, junio 19 de 2010)

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