Monday, June 14, 2010

LOS “INOCENTES ÚTILES” DEL SISTEMA

En tres reuniones que sostuve en las últimas semanas, en tres ciudades distintas (que nada tenían que ver con política), apareció el nombre del candidato oficialista, sugerido como el medio más seguro para alcanzar ciertos “fines particulares”, fines de los que yo al final me vería supuestamente favorecido. Ello sólo me sirvió para tener una mayor conciencia del “tamaño del pudín” y para afianzar mi convicción de que lo que le conviene al país es elegir presidente a Antanas Mockus.

La figura de Álvaro Uribe ha logrado permanecer lejos del alcance de incontables violaciones a la ley, a la moral, y a los DDHH de las que su gobierno ha sido protagonista, y al mismo tiempo ha sido el símbolo de la recuperación del territorio, de la soberanía del Establecimiento y de una política social de la que millones de colombianos de los estratos más bajos se han visto favorecidos. En conjunto, estas dos percepciones, por contradictorias que sean, le han convertido en una especie de ‘mesías’ que maneja casi a su antojo los destinos de la patria. Y digo ‘casi’ porque no logró en 8 años amarrar al poder judicial, al que ahora intenta desacreditar como organismo legítimo, autónomo y responsable, buscando con ello que la sociedad rechace sus actuaciones. Sociedad acostumbrada a destruir sin saber por qué.

Ejemplifiquemos la realidad de lo que ocurre. Resulta que en el despacho del Senador ‘X’ del Partido de la U, trabajan 3 personas aptas para votar, que tienen familiares también aptos para votar, un grupo que lo eligió, otros que recomendó desde su cargo, y otros a quienes les promete lo que no sabe si les podrá cumplir. Ese Senador ‘X’ arrastra una cantidad de votos. A ese fenómeno es al que me refiero cuando hablo del “arrastre de las maquinarias”. Todas estas personas votan por un beneficio particular, su voto está muy lejos de ser libre, y muchas veces hacen proselitismo defendiendo ideas o posiciones en las que no creen o que no comprenden. Si montamos la ecuación encontraríamos que el arrastre de las maquinarias representa no menos de 6 millones de votos potenciales.

Resulta también que el gobierno de Álvaro Uribe creó o expandió programas de subsidios, algunos que volvió permanentes, como Familias en Acción. De 320 mil madres cabezas de hogar a las que Pastrana hizo beneficiarias de este programa que creó su gobierno, el de Uribe hizo beneficiarias a casi 3 millones; mal contados 7 millones de votos potenciales (he intentando conminar a muchas familias beneficiarias de este programa a no votar por el candidato oficialista y les puedo garantizar que es una tarea prácticamente imposible, aun convenciéndolos de que no perderían el subsidio). En cuanto al programa Agro Ingreso Seguro, mucho se dijo del casi 30% del presupuesto que se otorgó a grandes productores (algunos ‘amigos’ del gobierno Uribe), pero al parecer nadie advirtió que las casi 400 mil familias beneficiarias del otro poco más del 70% de los recursos representaba a futuro más de 1 millón de votos potenciales. Esto es el “arte” de extraerle al Estado el dinero necesario para perpetuar una línea de poder escondiéndolo detrás de la inversión social.

Si metemos todas las variables dentro de la ecuación, le restamos de forma directa el porcentaje representado por el abstencionismo, y estimamos que un tercio de ese potencial electoral se saldría de la tendencia tendríamos que la contienda arranca con una ventaja de 4 millones de votos para el candidato oficialista. Pero la cosa no termina allí. Los más de 300 mil miembros de la fuerza pública –con una marcada tendencia a respaldar el “continuismo”- que no pueden votar hacen efectivos los votos de sus familiares, que sí pueden hacerlo, con lo que tendríamos que sumar otro millón de votos potenciales. Y si sumamos los gremios que están “comiendo del pudín” estaríamos hablando de otra cantidad inestimable dentro del potencial electoral que favorecería al oficialismo. Haciendo sumas y restas podríamos decir con alto margen de confiabilidad que el candidato oficialista arranca con una no despreciable ventaja de 5 millones de votos.

¿Dónde están los demás votos? Claramente son los que aportan los libre-votantes, aquellos que siguen convencidos de que Uribe es un ser inmaculado o un héroe de la patria (y que apoyan a su candidato), los que sienten antipatía por Mockus, los que creen inocentemente que respaldan la mejor opción, y en resumen todos aquellos que “sin comer del pudín” aportan su voto al oficialismo, al continuismo, o en el más aberrante de los casos al mismo Santos.

Ahí está la clave! En convencer a un “inocente útil” de al menos estudiar su voto. Cada voto restado a Santos y sumado a Mockus es un +2 en la ecuación. El hacer parte voluntariamente de una “maquinaria ciudadana” en la que no hay nada para repartir, sino principios para compartir (como reza el aforismo), requiere de gran esfuerzo y desgaste, y pudiéramos al final ser derrotados en la lucha donde nosotros simbolizaríamos a David y el Establecimiento a Goliat, pero jamás podrán decir que no luchamos hasta el último día.

LUCHA mockusista, LUCHA! Al final -en el peor de los casos- recibirás la recompensa de hacer parte de un grupo de colombianos que respaldaron la legalidad, el respeto por la vida, el buen manejo de los recursos públicos, y la educación como mecanismo para derrotar la pobreza, lo que obligará al gobernante de turno a moderar o reorientar los métodos tradicionales, frente al rechazo de un músculo ciudadano que por primera vez alza la voz con convicción y consistencia.

JPDR (Bogotá, junio 14 de 2010)

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