Saturday, June 12, 2010

LA ESTRATEGIA DE URIBE

Horacio Serpa fue el primero en presagiar que en 2002 Álvaro Uribe llegaría al poder. El paisa, de forma bastante hábil aprovechó la coyuntura, y adoptó el discurso de la implacable lucha contra los grupos armados ilegales -luego del fallido intento de una salida negociada y la suspensión definitiva de la zona de despeje-. Poco a poco colombianos se sumaron a su causa y empezó a subir en las encuestas de forma abrumadora.

Para entonces, valga decirlo, el mapa del conflicto entre Estado y guerrillas era bastante distinto del que tuvo Andrés Pastrana -o cualquier otro presidente- al iniciar su gobierno. Pocos entienden o recuerdan la fase crucial en la historia de la guerra interna que se cumplió durante el cuatrienio 1998-2002. Uribe recibe una plataforma para alcanzar una fuerza armada de 200.000 hombres -Pastrana arrancó con 40.000-, un Plan Colombia concretado con el gobierno Clinton, unas Farc internacionalmente reconocidas como terroristas –lo que condujo a un cambio en los códigos de guerra-, y una dotación en armamento, helicópteros, y tecnología de rastreo con los que nunca contó mandatario alguno. A los detractores del Caguán –que desconocen que el proceso fue respaldado por la mayoría de los colombianos y la comunidad internacional- que aseguran que las guerrillas se fortalecieron poca o ninguna conciencia tienen de lo que se fortaleció el ejército colombiano, que hoy es el más grande de Sur América, por encima del de Brasil, que nos quintuplica en población.

Con las herramientas en la mano Uribe fue capaz de cumplir con la promesa de combatir a los grupos guerrilleros, y el mismo discurso le favoreció para que los colombianos –a pesar de toda la ilegalidad adscrita al proceso de modificación de la Constitución para la aprobación de la reelección- volviéramos a elegirlo Presidente para el período 2006-2010. Intentó, de nuevo con el mismo discurso, prorrogar su mandato, pero esta vez la Corte Constitucional intercedió a favor de las Instituciones, de la estabilidad democrática y de la imagen internacional de Colombia al declarar inexequible la nueva modificación a la Constitución que pretendían los uribistas.

Realidad: hoy el ejército colombiano cuenta con más de 300.000 hombres y un equipo de armamento e inteligencia que lo hace uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Realidad: en las selvas colombianas aun existe un estimado de 15.000 combatientes ilegales que mantienen vivas las insignias de las Farc, y otros grupos insurgentes. Realidad: hoy el gobierno destina al menos un cuarto del presupuesto nacional en combatir a un grupo al menos 20 veces más pequeño que el ejército nacional, y con al menos 200 veces menos recursos. Realidad: hoy todavía hay secuestrados en la selva, algunos llevan muchos años allí. ¿Es todo este escenario lógico basándonos en realidades inocultables?

Existen sólo dos hipótesis para explicar el hecho de que las Farc todavía existan y de que sean capaces de continuar con el negocio del narcotráfico, de mantener secuestrados en la selva, y de cometer uno que otro atentado exponiéndose como David frente a Goliat. 1. El gobierno es cómplice y les mantiene vivos, dándoles poder político con la recuperación a cuenta gotas de los secuestrados –ya sea por rescate militar o liberación unilateral- , y haciéndose el de la vista gorda con el desarrollo de su actividad narcotraficante. 2. Simplemente la estrategia de “mano dura” no es tan efectiva. Si me preguntan, yo pongo todas mis apuestas porque la realidad la ilustra la primera hipótesis. De cualquier manera, es incuestionable el hecho de que el gobierno está equivocado, ya sea de buena fe, por el fallo en una estrategia militar aplicada durante 8 años, o de mala fe, por la complicidad silenciosa que termina en un canje político –tú me dejas hacer mi negocio, yo te hago popular-.

La estrategia de Uribe consiste en mantener la guerra, el acabarla le daría un reconocimiento histórico pero le haría vulnerable en sus intenciones de perpetuarse en el poder, con él a la cabeza o en cuerpo ajeno –para lo que le habría sido más útil uribito que Juan Manuel, pero le tocó con Juan Manuel-. El resto de sus políticas abren un espacio demasiado grande para la duda, y sus métodos resultan altamente cuestionables.

Hay un nombre que nos invita a ver el problema desde otra óptica, que nos induce al análisis de las razones sistémicas de esa guerra, que nos propone soluciones de fondo para acabarla, que nos demuestra cómo la raíz de éste y de los principales problemas de nuestra patria está en la ilegalidad. Ese nombre es Antanas Mockus. Para Mockus valdrá más el reconocimiento de la historia que la obsesión de mantenerse en una silla. Si Colombia no aprovecha esta oportunidad histórica de tener un ‘duro limpio’ en el poder seguramente no la volverá a tener.

JPDR (Bogotá, 2010)

No comments: