Monday, June 28, 2010

REFUNDEMOS NUESTRA CULTURA

Tras lo que algunos consideran una fatal derrota se esconde en mí erguida la satisfacción de haber luchado vehementemente y hasta el final por la defensa de una causa en la que creí y sigo creyendo, así como el escrutinio de más de 3 millones y medio de votos que colombianos depositaron libremente. Me quedaron muchas lecciones en estos tres meses de campaña voluntaria, en la que mi única motivación fue defender al que he considerado desde hace varios años como el personaje idóneo para dirigir los hilos de esta nación, y mi única recompensa sería la esperanza de al final encontrarme con un mejor país sabiendo que “yo también ayudé”.

Mi primera lección fue que el principal problema de los colombianos eran los colombianos mismos, que tenemos desenfocada la diana y por ende apuntamos hacia el lugar equivocado, haciendo imposible el acierto. Nuestros problemas no radican en la necesidad de erradicar a los insurgentes, ni de establecer tratados internacionales, ni de incentivar la inversión extranjera, ni de reducir el desempleo. Nuestros problemas tienen raíces que son las que en principio hay que combatir. Primero hay que entender lo que es realmente importante para luego poder encontrar la ruta verdadera hacia el progreso, y en el camino la solución de nuestros problemas sociales, jurídicos o económicos.

Aquí están nuestros verdaderos problemas, los cuatro más graves en mi escalafón:

1. La ley del menor esfuerzo: esta ley social tiene un escudo moral ficticio que supone que lo que aparentemente no hace mal a nadie no puede ser tan malo. El colombiano busca el atajo sin pudor ni pena moral. Es más fácil pasarse en la fila que hacer la fila completa, es más fácil hacer la ‘U’ prohibida que dar la vuelta a la manzana, es más fácil pagar o recibir una comisión por debajo de la mesa que tener que ser el mejor proponente o hacer una serie de validaciones. También fue más fácil difamar y al mismo crear un muro de la infamia que demostrar talentos y competencias. Esta ley social justificó y sigue justificando flagelos tan graves de nuestra sociedad como el narcotráfico o el sicariato.

2. El tradicionalismo: este mal es el más antiprogresista que tenemos los colombianos en nuestro genoma. Mientras los colombianos creamos cierto el dicho que reza que “es mejor malo conocido que bueno por conocer” no tendremos oportunidad alguna de dar pasos largos, porque partimos de una fatal equivocación. El colombiano le teme a lo nuevo, no se atreve a dar el salto que sabe que tiene que dar. No es infrecuente ver parejas que llevan 5 ó 10 años seguros de que estarían mejor el uno sin el otro, pero le temen al cambio. En campaña me sorprendían con inmensa tristeza juicios de gente del común como “Mockus es el presidente ideal, pero no en este momento de nuestra historia”, o “Mockus es el presidente ideal, pero para Francia o Suiza”.

3. La picardía: este mortífero virus es más contagioso que el ébola o la gripa porcina. Mientras los colombianos creamos cierto el dicho que reza que “el vivo vive del bobo, y el bobo de su trabajo”, tendremos una tranca invulnerable que nos imposibilitará crecer como sociedad. Contratar asesores fuera de ley, utilizar voces uribescas en propagandas, o desinformar de forma calculada a beneficiarios de subsidios, demostró que Santos fue “más vivo” que Mockus, lo que al final fue por muchos aplaudido. A partir de aquí encontramos tal vez el peor de todos nuestros males.

4. La indiferencia: lo suscrito, el peor de todos. Mientras los colombianos no castiguemos somos complacientes, mientras no rechacemos estamos aceptando, aunque no así queramos entenderlo. Lo lógico habría sido ‘castigar’ no votando por quien le dio tres puñaladas groseras a su propio partido –el Liberal- en tres gobiernos consecutivos. Lo lógico había sido ‘rechazar’ no votando por quien se ufanó de los logros del ejército, pero que se hizo a un lado cuando se conocieron los falsos positivos. Pero fuimos indiferentes a eso, y a mucho más. Era más grave que Mockus le hubiera echado un vaso de agua en la cara a Serpa, o que se hubiese bajado los pantalones en un auditorio 17 años atrás. Ése es el colombiano, indiferente a lo malsano e hiperbólico a lo trivial.

Nuestros problemas tienen en común que son netamente culturales. Pero tienen ‘cura’, podemos refundar nuestra cultura primero entendiendo lo que de ella debemos combatir. Tuvimos la oportunidad de elegir un candidato que no sólo comprendía las raíces de nuestros problemas, sino que sabía perfectamente cómo dinamitarlas, sabía probadamente como modificar aspectos culturales que limitaran el progreso. Por supuesto jamás hubo evidencia de esto en debate alguno, porque los periodistas seguramente no entendían nada de lo aquí expuesto. Pesó más que Antanas Mockus tuviera un manejo limitado en terminología jurídica o en teorías macroeconómicas, para que gran parte de la opinión le negara su voto.

Que Dios nos perdone, o que nos reprenda. La historia dirá.


JPDR (Pasto, junio 27 de 2010)

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